Mis Tres Partidos En El Pizjuán

Podría hablar de mil partidos que tengo clavados en la retina y el corazón. Soy socia del Sevilla FC, por suerte desde que era muy pequeña, y aficionada al fútbol en general.

Cómo me han pedido que hable de tres partidos en concreto, he buscado en mis recuerdos y he querido recordar tres encuentros muy diferentes, pero muy felices para mí.

ASCENSO A PRIMERA DIVISIÓN. PARTIDO DE VUELTA DE PROMOCIÓN.

Corría el año 99, era miércoles 30 de junio y yo aún no había cumplido los 14. Recuerdo que era nuestro segundo año en Segunda y que habíamos pasado de disfrutar de 'maradonas', 'sukers' y 'zamoranos', a jugar contra los filiales de los equipos de primera, salvándonos in extremis de un descenso administrativo que hubiese supuesto prácticamente nuestra desaparición 4 años antes.

Aquel día, iba caminando con mi familia hacia el estadio con la cara pintada de rojo y blanco y un par de bufandas, una a la muñeca y otra en la frente, pues el calor sevillano de aquel mes no me afectaba en esos momentos. Desde mi casa se puede ver uno de los laterales del Ramón Sánchez Pizjuán y llevaba todo el día mirando con ilusión hacia sus focos, esperando que por fin se encendieran.

Eran cerca de las diez de la noche cuando el balón echó a rodar en un estadio completamente abarrotado, lleno de color y cánticos a nuestro equipo. Desde el primer minuto, todo fue una fiesta, pues ya traíamos un 0-2 muy ventajoso de nuestra visita a El Madrigal. Recuerdo un partido rocoso que el Sevilla supo controlar siempre, y aún más cuando, en el minuto 50, la magistral zurda del griego Tsartas botaba una falta lateral que llegaba hasta la cabeza del 'Mami' Quevedo, para que éste batiera al que un año después sería nuestro, 'San' Palop.

                                                    El histórico Vassilis Tsartas

3-0 global en la eliminatoria al pitido final de Mejuto González y una noche para guardar en el corazón de todos los sevillistas, pues aquel resultado nos devolvía a la élite.

Garganta rota, manos rojas, sudor, lágrimas y mucha, mucha alegría. La primera de mis noches felices como “palangana”.

SEVILLA – BETIS

Es casi inevitable, si me piden recordar un partido de mi Sevilla, en el que viviera grandes emociones, se me venga a la cabeza un derbi. Y por eso, ese será el segundo partido que saque de mi baúl de los recuerdos.

Al principio pensaba hablar del último, de ese 5-1 histórico que hacía muchas décadas que no endosábamos a nuestro acérrimo rival. Sin embargo, hay uno que se me quedó más grabado que los demás pues, como dice nuestro himno, se ganó con casta y coraje, y mucho corazón.

En aquella época, 19 de noviembre de 2005, yo acaba de cumplir los 20 y pertenecía al cuerpo de voluntarios del Sevilla Fútbol club, por eso, como todos los partidos, tenía que estar en el estadio un par de horas antes del partido, así que ya podéis imaginaros como andaba de nerviosa.  Recuerdo que era el primer derbi de Juande Ramos como entrenador del Sevilla. El equipo jugaba bien pero no terminaban de entrar las ocasiones, ni Kanouté, ni Saviola, ni Luis Fabiano eran capaces de golear como se les presumía en pretemporada. Cuando por fin comenzó a entrar la gente en el estadio y a cantar con el alma, se notaba, se sentía que aquel no era un partido más, el enemigo era el vecino y eso era otro mundo.

El derbi del centenario comenzaba calentito, en el minuto 25 y en una jugada sin peligro, Javi Navarro propinaba una coz a Dani que le costaba la roja directa y ponía cuesta arriba el partido para nosotros. Desde entonces, el Betis manejó el partido y el Sevilla se defendió con uñas y dientes, la afición animaba sin descanso, contagiada del corazón que estaban echando sus futbolistas y transmitiéndoles que podían.

Pocos minutos después del comienzo del segundo tiempo, Martí lanza una falta que da en la barrera, el arbitro señala penalty ,por manos de Joaquín, y la locura se desata cuando Enzo Maresca consigue batir a Contreras desde los once metros.

                                        Alves, Ocio y Drago abrazando a Maresca

 Lo que restaba para el final del partido fue una agonía para los presentes que aunque andaban felices por ir ganando, no veían la hora de que finalizara el partido. Más aún, cuando Bernardino González expulsaba a otro futbolista del Sevilla, esta vez el autor del gol se iba a la calle por doble amarilla en el 85’. Desde ese momento,  me viene al pecho la angustia de cada jugada que el Betis comenzaba y terminaba en 'uy'. Recuerdo el último lanzamiento de faltade Assunçao, ya en el descuento, que 'San' Palop saca de la mismísima escuadra justo antes del pitido final,.

Cuando acabó el partido, ya os podéis imaginar el estallido de emoción que vivimos todos los sevillistas. Pues éste, sin olvidarme de muchos otros, es el derbi que primero me viene a la mente cuando hablamos de la rivalidad sevillana por excelencia.

SEMIFINAL DE LA UEFA

Por supuesto, este partido no podía faltar entre mis favoritos en el Pizjuán, pues sin duda, es el mejor de todos.

27 de abril de 2006, jueves de feria. Campo a rebosar, 2000 aficionados más de los 44.500 que caben en el Ramón Sánchez Pizjuán. Enfrente un equipo rocoso, vestido de azul y con una alineación de grandes futbolistas: El Schalke 04.

En el partido de ida se había demostrado que aunque la calidad del equipo teutón estaba un peldaño por encima del equipo sevillano, las ganas y la ilusión de lo sevillistas eran más rudas aún. El Sevilla no perforó la portería visitante en su visita a la colina de Gelserkirchen, pero tampoco dejó que los alemanes hicieran gol. En este sentido, recuerdo una mano espectacular de Palop que sacó un gol cantado a Bordón casi al final del partido. El suspiro de alivio fue tan grande como la parada.

Volviendo al partido de vuelta, decir que todo el campo era una fiesta desde muchos minutos antes de comenzar. Los 'biris' sacaron un magnifico tifo en referencia a nuestros sueños, 'El Arrebato' cantó su maravilloso himno junto a todas nuestras gargantas, y el balón echó a rodar con nuestras ilusiones puestas en él.

Fue un encuentro clavado al de la ida, con dos equipos increíblemente metidos y luchando por cada balón con unas ganas y una fuerza tan impresionantes por parte sevillista, que hasta el pequeño David fue capaz de ganarle la banda al gigante Asamoah.

Por mi condición de voluntaria y al haber prestado mi carnet de socia a otra persona, no tenía asiento fijo, por lo que yo y una amiga, tuvimos que sentarnos junto a un grupo de alemanes que evidentemente iban con el equipo contrario. Aun así, el partido fue tan limpio y bonito que no tuvimos ningún problema.

En mi vida de sevillista no he vivido un ambiente tan mágico como el de aquella noche. Los cánticos sonaban más altos y bonitos, las gargantas estaban más afinadas que nunca, las bufandas volaban todas juntas, no faltaba una bandera del centenario y no me he sentido más unida a mi afición que aquella noche.

Cien años cumplimos aquella temporada y cien fueron los minutos que tuvimos que esperar para que un centro de navas lo conectara nuestra zurda de diamantes, nuestro Antonio Puerta que en paz descanse, para llevarnos a la gloria de una final europea que nos convertiría en el primer equipo andaluz en ganar la UEFA.

                                  Enzo Maresca y Puerta celebrando el gol de éste último

Abracé a tanta gente, que ni siquiera conocía, que seguro que algún alemán se fue con un abrazo mío. Después del pitido final salimos de allí en busca de caras conocidas, descubriendo paso a paso que todo el mundo sonreía mientras las lágrimas resbalaban por sus ojos y miraban al cielo para dedicarle aquello al tercer anillo, a esos sevillistas que ya no están.

Aún recuerdo aquella noche con la emoción en el estómago y los ojos brillosos. Un mes después, tuve la suerte de ir a Holanda para proclamarme campeona de la UEFA, pero como aquella semifinal con mi gente, no he vivido ningún otro partido en mi vida. Lo recordaré por siempre y se lo contaré a mis nietos, estoy segura. Y por supuesto, me fui a la feria a celebrarlo. ¡Gracias, Antonio!

Y hasta aquí mis tres partidos en el Sánchez Pizjuán. 

Escrito por Sofi